La casa abandonada

Microrelato

por Paola Vicenzi

 

Me quedo mirándola, incapaz de quitarle los ojos de encima.

Más allá de las rejas herrumbradas veo el pasto salvaje, los postigos vencidos, las varillas de madera polvorientas y agrietadas.

La humedad serpentea por las paredes que con descaro se fueron desnudando, y en su desnudo denuncian que han sido azules y han sido celestes y han sido rosadas y ahora ni siquiera saben.

Una cadena oxidada atraviesa de lado a lado la puerta que intenta, en medio de la ruina, sostener algo que se parezca a la dignidad. De la cadena cuelga un candado cerrado, enfatizando la clausura.

La casa está rendida. La ha desfigurado el tiempo, sus inclemencias, su inclemencia. Me llevo una mano al pecho y acaricio el candado. Me pregunto si aún es hora, y me aparto del espejo.

 

Paola Vicenzi (Buenos Aires, 1972). Es escritora y correctora. Su camino literario comenzó con la publicación del libro En su propio vuelo, narraciones breves vinculadas a su experiencia como madre de trillizos.
Ha participado, con sus cuentos y microcuentos, en antologías de España y de Perú.
En 2017 obtuvo el Premio MGE de Editorial Random House a la Mejor Novela
Contemporánea por La otra vida de papá, y en 2018 fue reconocida con el Primer Premio de
la Revista Literaria Guka por su microrrelato Monstruo.
En 2019 publicó la novela Recién ahora, que aborda el tema de la infertilidad. Y en 2020, la
serie de relatos Cuarentena en Buenos Aires.
Dicta talleres de narrativa y organiza ciclos de lectura.

El grito labrado

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Reseña de una novedad editorial: El grito Labrado, de Adrián Quinteros (Mirador)

por Nicolás Pose

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En la presentación online de El grito labrado, que hizo hace poco Adrián Quinteros en El Blanco, podíamos ver a una persona con cabeza de televisor, de dispositivo tecnológico, de pantalla, que se masturbaba mientras escuchaba la repetición constante de una base de música electrónica. A la vez, una mujer con garras, al estilo joven manos de tijera, lo amenazaba con su presencia, junto a unos gráficos con barras que estaban proyectados detrás de ambos. Los gráficos, los números, las líneas que cruzaban las barras, la performance completa simboliza la época que atravesamos: el algoritmo y la big data como ritmo que quiere imponerse casi de manera biológica a nuestra vida. 

El grito labrado es un manifiesto de nuestro tiempo. El poeta nos propone volvernos a encontrar con nosotros mismos, con la singularidad que tiene cada uno, atrapar y defender los rasgos de humanidad que, como el sueño, aún quedan indemnes o a punto de ser invadidos por toda la lógica del algoritmo comandada por el mercantilismo y lo que el filósofo Bernard Stiegler llamó “la homogeneización de la experiencia perceptual”. Nuestra tarea es recuperar lo perdido, defender lo que aún le es esquivo o escapa a esa lógica siniestra que estandariza todo tipo de experiencia personal, transformándola para ser regulada definitivamente por la lógica capitalista y, por ende, por el filtro de las redes sociales.

En respuesta a la homogeneidad mental, a la sincronización masiva entre consciencia y memoria, a la eliminación de la singularidad, a la destrucción de la autonarrativa de la experiencia, el poeta nos propone volver a lo mítico: “regresar a los primeros éxtasis del olfato”, retornar a la música sagrada, y tratar de escuchar el significado de ese tambor ancestral. Recuperar la pasión en un mundo que el poeta denuncia como “desabrido”, “insípido”, “vacío”: “Hay algo que hacer/ con todas esas miradas/ tristes y cansadas”. Es que, se sabe, lo que en algún momento se tomó como ventajoso o positivo, va quedando, cada vez más claro, que no lo es. Incluso que es negativo. Porque las redes sociales, los dispositivos de control y los medios de comunicación masivos han formateado a su antojo la mente de las personas, y así para transformarlas sólo en cuerpos consumidores de las mismas experiencias una y otra vez.

La respuesta es abandonar progresivamente el murmullo “actual”, las mieles de ese individualismo que en algún momento fue exaltado, el egocentrismo y el narcisismo pedorro del Instagram, el Facebook u otros, para buscar, otra vez, la noción de “comunidad”, reflotar la idea de ir juntos, a la par, sobre todo, pensando la pos-catástrofe. Es decir, después del daño ecológico, mental, y del pasaje del ser humano, palpable, erotizado, con cuerpo, a un simple algoritmo insípido, vacío, desabrido. “Dar en el blanco, quizás sea evaporarse/ ante la insistencia del músculo/ dejarse henchir/ por el suave aliento del hogar común”.

Entonces, alejarse del gesto, de la pose, de la impostura, del acting y actuar antes de que sea tarde: “No, no en el teatro del estilo/ sino la obra/ de amar la misión.”

El poema que lleva el mismo título del libro nos ubica en el tema por donde transcurre la voz del poeta, haciéndolo girar una y otra vez mediante sus reflexiones: “Como geómetras perversos, la industrialización e informatización/ —léase biopolítica, profesionalismo disciplinar, /burocracia del pensamiento o digitalización/ de la vida —/ no nos quiso imaginando,/ mucho menos nos quiso en el discernimiento. /Más bien diría,/ nos quiso:/ MAQUINANDO./Medibles, masticables/ secos y desiertos,/ a merced del publicista de turno.” Y el poeta da la respuesta, busca esa salida, que es el grito que hay que construir juntos: “Es nuestro el deber de re encantar un grito/ que nos lleve lejos de este páramo custodiado/ por los operadores de la crueldad. /Un grito que haga estallar las maquetas/ de este mundo de rankings y estadísticas.”

Y claro, luego de leer y reflexionar, a través del libro, el mundo que habitamos, se entiende que Adrián Quinteros en la presentación, luego de la performance, otra vez, con la repetición incesante de la música electrónica de fondo, grite y repita una misma frase como una suerte de estribillo o eslogan de grito que hay que construir: “Los campeones de mirada vacía son la sequía de esta tierra”. Ya lo había sugerido Jonathan Crary en su famoso 24/7 cuando decía que la abdicación absoluta de la responsabilidad por la vida está indicada en los títulos de las muchas -y muy vendidas- guías que nos dicen, con una fatalidad sombría, las mil películas para ver antes de morir, los cien destinos turísticos para visitar antes de morir, los quinientos libros para leer antes de morir.

Otra de las respuestas para enfrentar este mundo actual, geométrico, algorítmico, insípido y su lógica perversa, es el arte, que de ninguna manera está exceptuado de la lógica mercantilista, está claro. Pero el arte funciona como posible receta, una manera de combatir la lógica del capital: “Es por esto que la actividad artística es la última reserva contra este demonio de lo aparente”.

Dónde conseguir El Grito Labrado:

En capital federal

Librería “ De la mancha” Corrientes 1888

Librería  “Mr hyde” Las Heras y azcuenaga

El blanco : GAscon 1437 – Palermo VIejo

En otras zonas, por el momento, solicitarlo por mail

IG : @Adria_qui

FB : Adrian Quinteros

 

Nicolás J. Pose (1980, Buenos Aires) Estudió  letras en la Universidad de Buenos Aires. Obtuvo el primer premio de narrativa en el VIII Certamen internacional de Poesía y Narrativa Breve organizado por la editorial De los cuatro vientos y fue finalista en el III concurso de narrativa Eugenio Cambaceres(2012) organizado por la Biblioteca Nacional “Mariano Moreno”. Publicó el libro de cuentos La Performance (De los cuatro vientos, 2005) y, en colaboración con Juan Pablo Bertazza, Manuel Pose y César Rexach los ensayos de Libres del Libro (UAI, 2017). También ha escrito textos literarios, críticas y reseñas en diversos medios culturales como El interpretadorNo retornable, la revista Siamesa y MALBA Cine. Por una cabeza, su primera novela, se publicó en 2018.

Quiltras 🐕, de Uribe Arelis

quiltras

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⭐️Uribe Arelis es una periodista y escritora chilena, vive en Estados Unidos donde estudia el máster de escritura creativa. 

Quiltras es su primer libro de cuentos, publicado en 2016. Está protagonizado por mujeres. Las cosas que le pasan a estas mujeres están determinadas por su contexto, el mundo privado está presente pero siempre como resultado de las condiciones externas. Es una mirada interesante, mujeres que son lo que pueden ser o lo que el mundo las deja ser. 

En Chile se le llama «quiltro/a» a un perro que no es de raza, es una mezcla de dos o más. Según wikipedia también funciona como adjetivo para decir que alguien es desagradable. 

Este es un fragmento de Bestias, el segundo relato ✍️ del libro:

«Vamos llegando al ciber del Gustavo y aparece un pastor alemán (o una mezcla de él) y se le tira encima a la madre perra. Al cuello, como si la perra fuera una antílope y el quiltro alemán un jaguar. Y yo grito, SUÉLTALA PERRO DE MIERDA, ALEMÁN DE MIERDA, NAZI DE MIERDA. El pastor se la trata de montar y también le muerde el lomo y la perra chilla y hace mucho que no siento tanto miedo y me pongo a llorar. Agarro una piedra grande de la vereda y se la tiro. El alemán se me lanza encima y me agarra el pantalón y siento sus dientes pero más siento cómo me miran los ojos de la perra herida. Levanto la pierna derecha y no sé cómo le pateo la cabeza y el perro retrocede y entonces corro, corro, corro. Corro como en todas las escenas clichés de las películas donde alguien corre por vivir».

Pueden encontrar libros de la autora en Lata Peinada (Barcelona)

También en Librería Rodriguez Almagro (Buenos Aires)

Cenizas de inquilina

Relato breve

escritores noveles

Juan Krunfli nació el 20 de Julio de 2002 y está terminando 5to año en la escuela Justo José de Urquiza, Buenos Aires. Disfruta de escuchar y tocar música, y de la lectura, principalmente en castellano. También le gusta explorar lecturas en otros idiomas.

El fluido letal estaba por todas partes.
Antes de que el año comenzara, los cultivos nos acompañaban y los doctores eran capaces de reconocernos.
Ya han pasado meses desde que los primeros casos se registraron y el grafito parece acabarse junto con mi diario de cuarentena.
Poco tiempo atrás, los doctores eran capaces de reconocernos, pero ahora, los serenos de la información llegan todos los días reportando que la muerte es un número en ascenso, y que los números somos nosotros. La mayoría no sabe leer y la lluvia no será capaz de limpiarnos.
Como todas las casas están cerradas (por tablas de madera y por la fuerza invisible del miedo) la única compañía que pude encontrar fue la de un detestable carnicero que ocupaba el lugar de mi vecino.
Su nombre, Christoph, hacía honor a nuestra orgullosa nación. Y, a pesar de que cada historia que me había contado terminaba con su risa de miserable espanta mujeres, le había tomado cariño a este innoble y devoto delator. Ya que le gustaba informar a las autoridades de todo rastro de incumplimiento del aislamiento.

Luego de mirar la tarde por la ventana, siempre llegaba el oficial para controlar que nadie estuviera fuera de su vivienda. Entonces yo cerraba todas las aberturas de mi casa como la mayoría de las personas y, en medio de la oscuridad, caminaba lenta y silenciosamente hasta la habitación más recóndita de la casa donde escondía a mi invitada.
La mujer, que trataba como inquilina de mi morada, era una pequeña y blanca joven de aires gitanos, quien a días de que el aislamiento fuera declarado, se había mostrado desde la ventana que yo, en ese momento, cerraba. Estaba vestida como una de las más finas y terrosas bolsa de papas, y había llegado, a duras penas, a la pared trasera de mi pequeña choza, probablemente, huyendo de algún oficial.
Claro que toda convivencia de un hombre solo, estaba prohibida para no propagar el mal invisible que acechaba a todos. Pero en ese gesto de acogerla como a una piedra del camino, encontré  una infinita sensación de superioridad, individualidad… y poder.
Por ahora no la había tocado, y nadie se hubiese arriesgado porque el fluido letal estaba por todas partes. Ella pareció entenderlo de la misma manera. Si estaba infectada podía llenar de muerte las paredes de mi casa y contagiarme de esa muerte invisible.

Al llegar a la habitación que le destiné, pensé en los dialectos de aquellos extranjeros que eran perseguidos por aquí: un lugar cada vez más parecido a un reino de fronteras rocosas.

¿Qué dialectos hablaba ella en su hogar? ¿Acaso las sobras de mi almuerzo en su plato serían un festín para ella? ¿O en este momento estaría odiándome, esforzándose en vano para posponer el vómito?

Tras bostezar, ella dijo como si adivinara mis dudas: “No deberías preocuparte por mi cuerpo, también me encuentro sinceramente aterrada”

No oculté mi rechazo por prescindir de tratarme de usted, y repuse que, si estaba preocupado, se debía a que las raciones de comida que nos acercaban no alcanzarían para ambos.

—No se preocupe, soy de comer poco, y me no me desagrada el vino barato

—Bueno —respondí —, y además le adelanto que no deberíamos conocer nuestros nombres, ni lo que nos gusta comer. No será que este encierro nos condicione… En realidad, no quisiera saber las brujerías que planeas…

—¿Por qué será que tienen a mi gente y a sus prácticas en tan poca estima? Dicen que nuestro acento del este envenena las palabras de vuestro lenguaje.

—Hablas bastante bien para no ser de aquí, pero más sensato hubiese sido huir hacia el Báltico. Dicen las lenguas que allí la gente puede vivir…

Ella responde cantando:

Comamos y bebamos tanto, hasta que nos reventemos. Que mañana ayunaremos…

No supe qué decirle.

—¿Qué? ¿Acaso te gustaría algo más amable?

Y entona de nuevo:

Tan satisfecha estoy de mi hermosura, que a un nuevo amor jamás me entregaré, ni sentiré dulzura. Amor, si logro salir de tus garras, apenas puedo creer que otro anzuelo me vuelva a aferrar.

Entonces solo le indiqué que hiciera silencio y que saliéramos de ese rincón de la casa, pues ya había anochecido.

Al llegar a la habitación principal de la pequeña casa, oí que alguien llamaba a la puerta.

Pensé en escondernos. Pero no tenía sentido no responder, y menos que yo me hubiera ido. Así que, lentamente, me acerqué a la puerta y respondí.

Después una voz exclamó:

—¡Klaus! ¡Amigo! ¡No temas! ¡Soy yo!    

Reconocí la tosca voz de ese maldito carnicero. Pero, tras pensar en un arrollo o en mi madre, respondí de la manera más bondadosa que pude:

—¡Christoph! ¿Eres tú, amigo?

—¡Claro que soy yo, hombre! Necesitaba pedirte un favor.

Y algo extraño sucedía en el ambiente. Todo estaba demasiado silencioso hasta que pude escuchar relinchar a un caballo, y algo parecido al sonido de una armadura. Recién ahí, en ese momento, fui consciente del silencio de los verdugos, de que alguien había denunciado sigilosamente mi compañía.

Me aparté rápidamente de la puerta, y tomé a la joven antes de que los oficiales destruyeran la entrada.

Llegamos a la habitación del final y nos encerramos. Alguien gritaba que no habría piedad para quien rompiera el aislamiento.

Ahora lamento que esas hayan sido las últimas palabras que escuché de ella. Recuerdo haberla rodeado con ambos brazos, quebrantando toda regla de cuidado y de singularidad. Y esa sensación de calidez, me permitió maldecir por un instante a todos los malos presagios que nos habían repetido desde hacía meses.

¿Qué me importaba si ella estaba infectada o no? ¿Qué me importaba si crecían en mi cuerpo bulbos de pus y tejidos muertos? ¿Qué importaba si la peste me tomaba como a otras personas, y después me enterraban en una fosa común, cubierto de ese fluido letal que bautizaba como “negra” a la peste!?

Todo eso pensé mientras quemaban la casa.

No sabes lo que me cuesta escribir esto, Olivia Rueda

Libros recomendados

Libros recomendados

 

⭐️ A este libro llegué por casualidad, lo pedí prestado en la biblioteca pública de Poble Sec, Francesc Boix. Me alegra haberlo encontrado, es maravilloso. La autora – una mujer catalana, montadora de documentales y madre de dos hijos – cuenta cómo hizo para recuperar el lenguaje luego de padecer un ictus. Reflexiona sobre el lenguaje y la comunicación, cómo el lenguaje nos permite comunicarnos. Este drama está narrado desde el humor, hay una mirada algo sarcástica y oscura sobre lo que significa el drama en nuestras vidas. 

Muestra lo difícil que es decir lo que queremos decir, aún cuando no hayamos tenido ningún ictus. Como cuando aprendemos otra lengua, algunos lo hacen con más facilidad, pero sin duda lleva esfuerzo decir algo con las palabras adecuadas. Aprender a decir, a comunicar ¿No es este, un poco, el trabajo literario?   📝 

“Antes de empezar a leer este libro tienes que saber una cosa: es el libro más difícil de escribir que habrás leído jamás. Porque quien lo escribe no sabe escribir. ¿Cuánto has tardado en leer esta frase? ¿Un segundo? ¿Menos? Pues yo la he tenido que reescribir diez veces. Puede que incluso más. Hace siete años tuve un ataque de epilepsia. Los médicos descubrieron que estaba provocado por una malformación en mi cerebro. Una bomba de relojería que había que desactivar. Me operaron varias veces. En la tercera operación tuve un derrame. La cosa se puso muy fea. Desperté sin poder expresarme con palabras, y tuve que aprender a hablar y a escribir de nuevo. Hablar es muy difícil. Explicar por qué no puedes hacerlo lo es todavía más.” 

Dos collages

Dos collages

por María Crista Galli

 

Collage

 

Pequeño collage literario

Dios siempre repite: o solamente pensamiento, o solamente placer;  luego nos arroja a la compulsión de pensar con todo lo profundo que anhela la máscara.  El yo está siempre partido en dos.  Al comienzo (o al nacer),  la humanidad no distinguía los opuestos, pero ahora  (o al crecer) el humano está siempre dividido y es contrario a sí mismo. Esta guerra interior de la razón contra las pasiones ha hecho que los que han querido tener la paz se hayan dividido en dos sectas. Dos mundos combaten y cada uno representa extensamente su causa. Y mientras discuten entre ellos, se despliega su íntima esencia. 

Citas de:  Roberto Calasso, El loco impuro; E.T.A. Hoffmann, Elíxir  del diablo; F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal; Norman O. Brown, El cuerpo del amor; Blaise Pascal, Pensamientos; Walter Otto, Los dioses de Grecia.

 

María Crista Galli (1985, Buenos Aires) no se define experta en ningún área específica salvo la inquietud. Todo se mueve menos el cambio es el lema taoísta que mejor define su forma de aprendizaje y de vida. Su pasión se extiende desde la traducción, que estudió formalmente, hacia distintas áreas artísticas y culturales, como la danza, la poesía y las artes plásticas. Actualmente cursa estudios de floricultura en la Universidad de Buenos Aires. Su objetivo es lograr un ensamble de todas las áreas que la apasionan, principalmente de la escritura y la botánica.

Nuesto mundo muerto 🌊, Liliana Colanzi

⭐️Liliana Colanzi es una autora boliviana, nacida en Santa Cruz en 1981. Actualmente vive en Estados Unidos, enseña en la Universidad de Cornell. 

Este libro tiene 9 cuentos, todos unificados por la voz original e inquietante de la autora. En los relatos suceden cosas raras, se mezclan dos mundos, el nuestro y uno más fantástico, más cercano al mito. ☑️

En un universo globalizado, donde lo local deja de ser una marca distintiva, surge esta voz híbrida. Todo está mezclado, la falta de límites precisos es el atractivo de Colanzi.

Así comienza La Ola, uno de los relatos del libro. Se trata de una ola misteriosa que provoca suicidios en los estudiantes norteamericanos. La protagonista tiene que volver a Bolivia porque su padre no se encuentra bien, el viaje en taxi que hace al aeropuerto es una fantasía.

 🌊“La ola regresó durante uno de los inviernos más feroces de la Costa Este. Ese año se suicidaron siete estudiantes entre noviembre y abril: cuatro se arrojaron a los barrancos desde los puentes de Ithaca, los otros recurrieron al sueño borroso de los fármacos. Era mi segundo año en Cornell y me quedaban todavía otros tres o cuatro, o puede que cinco o seis. Pero me daba igual. En Ithaca todos los días se fundían en el mismo día.” 💫    

 

 

 

La exposición

Cuento

Cuento

por César Rexach

Cuento

 

Desde el comienzo se habían convertido en objeto de culto.   

Las hay de todos los tipos, formas y colores.

Hubo gente que las portó incluso después de que pasó todo. Como si no pudieran deshacerse de ellas y se hubieran convertido –sin habérselo propuesto- en ellas.

Se había dejado de decir “el de los dientes grandes” o “la narigona”. Se   transformaron en un rasgo más (sino el más importante) de distinción entre las personas. Incluso la posición política e ideológica de la persona podía adivinarse en una estrella o en un sol en ellas bordados. Seguir leyendo «La exposición»

Mar Borrascoso

mar borrascoso

Les compartimos la colaboración de Naiara Fiuza, una joven poeta de 15 años que vive en Buenos Aires. Otra de sus pasiones es la pintura. Actualmente está creando una serie de textos inspirados en obras de arte como un modo de combinar distintas expresiones artísticas y darle una imagen, una voz, a los sentimientos. Seguir leyendo «Mar Borrascoso»