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Cuento por César Rexach

 

 

 

Leave Meeting

La verdad, no estuvo nada mal. No es lo mismo que encontrarse con ellos cinco días en la semana. Pero, dentro de todo, estuvo bien. A veces hubo problemas con la conexión, es cierto, y los chistes, Daniel, los tuvo que repetir hasta tres veces: terminamos riendo más por compromiso que por otra cosa. Mientras hablábamos, pude ver a la señora de David. Pasó radiante por detrás de su marido empujando cariñosamente a uno de los nenes: estaba tan linda como siempre. Hasta incluso en condiciones de confinamiento siguen siendo el matrimonio perfecto. La próxima vez voy a ver si me arreglo mejor.

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—Sí, es más, estuve viendo una serie que me pareció fabulosa…

—Pero para “laburar”-le recrimina el jefe- no tuviste tiempo.

Daniel sonríe socarronamente. Siempre le huyó al trabajo y ahora, ya que nadie lo controla, más que nunca. 

—Con los pibes no es fácil, ¿vio? —retruca Daniel. Aunque todos sabemos que la mujer, quién continúa trajando desde su casa, se está haciendo cargo de los hijos: de vestirlos, prepaparles la comida, educarlos, de entretenerlos…de todo.

—No, no vi porque mis hijos están grandes y ya no viven conmigo —dice el jefe acercándose a la cámara como si intensase encontrar algún objeto que Daniel hubiese robado de la oficina.

—Rosendorf (David) ¿Pudiste ver el expediente de Hausmacher? —pregunta el jefe como dándose por vencido frente a la ineptitud de de Petreri, Daniel.

—Algo estuve leyendo…pero no me pude…

Se escucha un grito proveniente desde más allá de la pantalla. Solo David se da vuelta, el jefe Daniel y yo nos miramos o creemos mirarnos como lo haríamos si estuviésemos ahora los cuatro en un mismo espacio físico –el estudio-.

Es un grito de mujer y, en la imagen de David, aparece el dibujo del micrófono tachado. Podemos ver a David abrir la boca demasiado grande como para solo estar hablando. Parece estar levantando poco a poco la voz y la temperatura. Se va poniendo rojo.

Leave meeting

Seguimos teniendo algunos problemas con el audio y con la imagen. Las redes sociales deben estar saturadas. Me cuesta imaginarme cómo hubiéramos reaccionado como sociedad y mundo si el virus nos hubiése atacado quince o veinte años atrás. Hubieran colapsado muchas cosas, entre las cuales posiblemente se encontraría nuestra paciencia y, por lo tanto, nuestras vidas. Millones de personas hubieran muerto directa o indirectamente por el virus y la falta de información, aunque ahora la información es lo que abunda, sobra y confunde.  Al menos ahora nos podemos mantener comunicados en tiempo real y de forma simultánea con muchas personas en cualquier parte del mundo. Por eso creo que tener y quejarnos de problemas técnicos es lo de menos. Nos vamos a tener que ir acostumbrando a ver a los otros quedarse sin voz o congelados o “pixeleados” como dijo David, a quien por lo demás, en otra meeting se le apagó la cámara unos minutos. Yo también creo que hasta en un momento me quedé hablando sola aunque el resto siguió como si me hubiesen estado escuchando. 

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—Hola Daniel —lo saludo mientras veo aparecer su rostro desdibujado, como si recién se hubiese levantado de dormir. Lo cual es lo más probable.

—Hola —dice bostezando y frotándose los ojos.

—Buenos días —saluda el jefe envuelto en el humo que sale de una pequeña y fuerte taza de expresso.

Esa también es una de las cosas buenas de las videoconferencias: podemos tomar lo que queramos que nadie va a poder saber qué es. Nadie va a oler si es solo café, café con leche o un café irlandés cargado de alcohol. El jefe seguramente le haya echado un chorrito de algo. Me imagino que Daniel ni siquiera se habrá bañado.

—¿Y Rosendorf? ¿Dónde se metió?

Y cuando Daniel y yo estamos por hacer un gesto de ni idea o de empezar a juguetear con lo más próximo que tengamos al teclado, aparece la imagen de David bañada de un halo de paz y tranquilidad que contrasta con su rostro afiebrado y sacado.

—Buenos días —le escuchamos decir.

Daniel que a pesar de llevar la almohada pegada en el temporal izquierdo siempre está despierto para la joda y los chistes, cambia su entorno y, en una milésima de segundo, aparece rodeado de una playa paradisíaca. 

—Vos estás en una nebulosa y yo acá tirado en la playa —dice Daniel riéndose sobrador. El jefe y yo nos reímos. David ni se inmuta.

El jefe nos hace algunas preguntas de rutina a Daniel y a mí. Yo respondo, Daniel evade. Después continúa con David quien responde con monosílabos. Así, transcurre el resto de la sesión.

—Bueno, ¿quedó algo de qué hablar? —pregunta el jefe con un tono que más está relacionado a la familiaridad, a la compañería, que al trabajo. Como nadie responde, Daniel responde por todos.

—El sueldo —y ríe socarronamente. Esta vez el jefe no esboza sonrisa alguna.

Al igual que en la otra meeting, la imagen de David vuelve a quedar muda aunque se puede observar que sus labios se mueven de manera nerviosa como si quisiesen separarse de la cara que está a punto de estallar. Creo que todos nos dimos cuenta, pero preferimos no decir nada. Hasta el jefe se mantiene callado cuando uno de los brazos de David desaparece en la nebulosa del contorno difuso que lo rodea. Tratamos de continuar con una despedida protocolar cuando vemos que el otro brazo de David desaparece. Luego, lle llega el turno a su cabeza que es tragada por la borrosidad. Después, desaparece su cuerpo y en la confusión del esfumato una sombra se inclina (¿cae?) hacia el suelo.

—Bueno, ¿estamos listos ya? —la pregunta más que pregunta parece un cierre inminente de la sesión. 

Daniel no tiene ni siquiera tiempo para hacer algún chiste o acotación estúpida que afloje la tensión y, sin darle tiempo al jefe que dé por terminada la videollamada, David se desconecta.

Los tres quedamos anonadados y atontados mirando en nuestras pantallas seguramente en dirección en donde hace segundos se encontraba la imagen de David.

Leave Meeting

 

 

 

César Rexach (1979, Buenos Aires) Es Licenciado y Profesor en Letras (UBA). Participó en congresos internacionales de literatura, música y películas como: Proceedings italian migration urban music in Latin America (Friburgo de Brisgovia, Alemania) y Argentinische Literatur – Argentinischer Film (Viena, Austria). Publicó ensayos en  Libres del Libro (2017, UAI).  Vive nueves meses del año en  Münster, Alemania, y los otros tres, en Buenos Aires.

 
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