Caracol

Pintura+Poesía

Por María Crista Galli

mundo interior

Aquella sombra no era muy oscura ni densa;

se entremezclaba con la claridad del cielo que comenzaba a enrojecer.

Alcanzó por fin aquella parte,

más real y húmeda que todo.

Aún temblaba al dormir,

como un pajarito recién nacido,

en aquel sarcófago rosado

que pedía de alimento su alma diminuta.

 

Al tiempo despertó; siempre se despierta de los sueños.

Pero en la vida no.

No se puede despertar de la vida,

Ojalá se pudiera despertar de la vida.

María Crista Galli (1985, Buenos Aires) no se define experta en ningún área específica salvo la inquietud. Todo se mueve menos el cambio es el lema taoísta que mejor define su forma de aprendizaje y de vida. Su pasión se extiende desde la traducción, que estudió formalmente, hacia distintas áreas artísticas y culturales, como la danza, la poesía y las artes plásticas. Actualmente cursa estudios de floricultura en la Universidad de Buenos Aires.  Su objetivo es lograr un ensamble de todas las áreas que la apasionan, principalmente de la escritura y la botánica.

«Talud» (Ekelecuá Ediciones), selección de poemas por Aleisa Ribalta

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Imagen de elcielolatierrayyo.com

 

Piedra Blanca

Este es un poema para inventar a Ulises,

para ponerlo como siempre a prueba.

 

Sabe que estoy sentada frente al mar,

que oigo cantar a las gaviotas, y no vuelve.

 

La última vez nos amamos

en este motel sin ventanas de la costa.

 

Este es un poema donde estoy sentada

sobre piedras blancas que no lo son.

 

Todos los peces que encallaron aquí

perdieron el camino al mar, sedimentados.

 

Sobre los esqueletos de miles de peces

se formó la arena blanca de la espera.

 

Ulises, estoy en Piedra Blanca. Honda

la bahía,  frente al mar, ¿lo recuerdas?

 

 

Urbe de la nada

(A Javier Marín)

 

 – Ninguna ciudad se parece a ésta- ,

me ha dicho el visitante.

 

En los atardeceres dulces o amargos

la roída fachada de edificios

se sobrepone al duro desteñir

de la pintura añeja,

y emerge por sobre las olas,

colorida y brillante,

como un arcoíris,

después de tanta lluvia.

 

La ciudad de las nostalgias,

y de los nostálgicos que la habitan,

no es ya, ha dejado de ser.

 

Una parte de sí

ha huido tras el recuerdo de lo que fue.

La otra se acabó resignando con lo que sueña ser.

 

Y este existir entre la realidad y la fantasía

la hace humana, luego ninfa,

hasta volverla diosa.

Y un día cualquiera, de no sé qué año,

te sorprendes adorando

la criatura de tu propio engendro.

 

Cuando te acercas a ella,

atraído por el influjo marino que despide,

eres sólo un soñador errante.

 

Pero cuando te arrastras

a refugiarte en su seno,

sorbido violentamente

por sus afrodisíacos vahos,

eres ya un perdedor,

un torpe enamorado de la nada.

 

– Ninguna ciudad se ama como a ésta- ,

concluye el visitante.

Y se marcha alucinado.

 

 

Luna de Capricornio en Cáncer

No lo creen

los astrólogos,

tampoco nosotros.

 

Los signos cardinales

jamás se tocan,

no hay posibilidad

astral alguna

de que suceda.

 

Sin embargo,

la luna húmeda,

redonda, frágil,

cuasi perfecta,

la plenitud

soñada

o simulada

de Capricornio

en Cáncer

sucede cada día

en mi recuerdo,

mientras se borra

minutos después

en el tuyo.

 

Y así seguiremos

desmintiendo

teorías.

Cardinalmente

amando y desamando

hasta el delirio

cosmogónico

más recóndito

de lo imposible.

 

 

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Aleisa Ribalta (1971, La Habana). Nacida en Cuba. Reside en Suecia desde 1998. Es ingeniera de profesión y actualmente se desempeña como docente de asignaturas demasiado técnicas y no directamente relacionadas a la literatura como: Diseño de Interfaces Gráficas, Diseño Web y Programación de Aplicaciones. Escribe desde muy joven mayormente poesía. Alega que los lenguajes de programación son también un modo de entender la comunicación y hasta de saborearla. Para la autora, en esos símbolos para algunos incomprensibles está también la literatura como forma vital de expresión. Talud (Ekelecuá Ediciones) es su primer poemario.

 

Todo ajeno

Selección de poemas, por Natalia Litvinova

 

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Imagen de José Ramón Vaca

 

ELLOS VUELAN                                                 

Es como si mis pensamientos no tuvieran lugar.

La cabeza no logra fijarlos. Vuelan, el cuerpo no.

Tienen movimientos del colibrí:

levitan, van hacia atrás, ya están adelante.

Es poco lo que sé explicar sin mencionar a los pájaros.

 

 

ESPECTRAL                                                                    

¿Dónde se fue mi reflejo?

Ando a tientas con mi cuerpo desapareciente.

El viento cerró la ventana. ¿O fue mi mano?

Observo el animal que pasa. El sauce que tiembla.

Pero mis ojos no se ven.

Con el espejo muerto yo no tengo cuerpo.

Voy hacia el lago, duerme.

Imagino dos rodillas.

Las clavo en la tierra.

Pido que las luces me dibujen.

 

 

POLEN                                                        

¿Qué hago con mi vida? Espero.

Cuando sople el viento

dejaré las raíces para hacer

el camino del polen.

 

 

ENTRE OBJETOS Y POLVO                 

Es culpa del desorden que tenga pesadillas.

No me gesté entre objetos y polvo.

Entrecierro los ojos y voy al vientre.

Nada mejor que huir hacia lo ajeno.

 

 

CORTAR                                                                           

Quiero cortar la oscuridad en dos

para elegir de qué lado estar.

Matarla sin que se dé cuenta.

Que tiemble como una perra bajo

la lluvia cuando le muestre mis colmillos.

Voy a beber tu sangre, oscuridad. No me lleves.

 

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Natalia Litvinova (1986, Gómel) es escritora argentina de origen bielorruso, dedicada al campo de la poesía y de la traducción. Junto a Tom Maver dirige la editorial Llantén. En 2017 ganó el Premio estímulo de la Fundación Argentina para la Poesía. Publicó los libros de poemas: Esteparia (2010), reeditado en España y en Uruguay; Grieta (2012) reeditado en España y en Costa Rica; Todo ajeno (2013); Siguiente vitalidad (2015) reeditado en España, México y Chile, y “Cuerpos textualizados” (2014) en coautoría con Javier Galarza. A ellos se suma Cesto de trenzas (2018).

 

«Lo que uso y no recomiendo», selección de poemas, (Modesto Rimba, 2018), por Gustavo Yuste

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Imagen de Yōshū Chikanobu

 

A pesar del invierno

 

Detrás de tu bufanda

hay un gesto

que no puedo terminar de descifrar:

ayer fue el día más corto del año

y nosotros no estábamos preparados

para la extensión de esa noche.

 

Vistos así,

como falsos esquimales

que cruzan una avenida sin hablar,

nadie tendría nada para sospechar.

Sin embargo, un crujido imperceptible

acaba de sonar entre nosotros dos

y es solo una cuestión de tiempo

para que las luces de tu orilla

tengan el mismo tamaño

que esas luces de navidad

brillando intermitentemente en un balcón

a pesar del invierno.

 

 

Solo el hospital está abierto a esta hora

 

Las hojas de los árboles

se mueven con más determinación

que cualquier cosa que haga

y repito una especie de plegaria

sin ningún tipo de credo ni esperanza

para matar el aburrimiento.

 

(¿A dónde podríamos ir?

Solo el hospital está abierto a esta hora)

 

Pensar que hubo un tiempo

donde los problemas nos afectaban

menos que un cartel publicitario

y la felicidad era un recurso tan renovable

como la heladera llena durante nuestra infancia.

 

Al menos, me gustaría tener

la determinación necesaria

para cargar en el bolsillo

la medida exacta de cianuro

que me permita una victoria final.

 

 

Lo que uso y no recomiendo

 

Estos modales heredados,

una relación disfuncional con mis deseos,

la falta total de fe,

el cuestionamiento intuitivo,

excesos perimetrados

y el optimismo de una vela

que tiene toda una noche por delante

y un final asegurado.

 

 

Una consecuencia estadística

 

Bueno, cruzarnos después de diez años

es casi una consecuencia estadística.

 

Supimos ser muchas cosas,

pero ninguna que funcione

con esa naturalidad e inocencia

que tienen los chicos

mientras juegan en el jardín de un hospital.

 

Me parece un buen final

que la última vez que estuvimos cerca

hayamos hecho lo que mejor nos sale:

fingir ser dos personas distraídas

que miran en direcciones opuestas.

 

 

El turno vence en quince minutos

 

Una persona cercana

me cuenta que a su relación

parece haberle llegado esa llamada

que avisa quince minutos antes

de que termine el turno en el hotel.

 

Le pregunto qué piensa hacer,

pero responde lo obvio:

“Nada, esperar”.

 

Aprovecho a mirar mis zapatos despegados,

los electrodomésticos obsoletos de mi casa

y los techos hinchados por la humedad:

yo tampoco sé tomar decisiones

hasta que algo no se rompe del todo.

 

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Gustavo Yuste (1992, Buenos Aires). Es Lic. en Cs. de la Comunicación (UBA), periodista y escritor. Dirige la sección de Letras de La Primera Piedra y forma parte de la editorial mágicas naranjas. Publicó los libros de poesía Obsolescencia programada (Eloísa Cartonera, 2015) Tendido eléctrico (Objeto editorial, 2016), Las canciones de los boliches (Santos Locos, 2017) y Lo que uso y no recomiendo (Modesto Rimba, 2018).

 

 

«Un recorrido poético por la París del Este», reseña de La revolución de terciopelo (Edulp) de Juan Pablo Bertazza, por Nicolás Pose

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El viaje como desciframiento, la caminata como conocimiento de diferentes lugares a través de las huellas que deja el paseante en soledad y de las marcas que la ciudad imprime en él. El flâneur­ que se regodea con una ciudad distinta o extraña que, a cada paso que da, va descubriendo coincidencias, detalles, pormenores, tratando de aproximarse al esqueleto de la urbe y, de esa manera, va tejiendo una cartografía personal, con sentimientos que lo atraviesan a medida que las imágenes van estallando por el continuo movimiento; porque el rumbo no está premeditado, es un merodeo a la deriva que ofrece la degustación de todo lo que contiene la ciudad, forzando el azar y buscando los accidentes, sin importar en dónde esté o cuál sea el lugar de procedencia del que observa. Seguir leyendo ««Un recorrido poético por la París del Este», reseña de La revolución de terciopelo (Edulp) de Juan Pablo Bertazza, por Nicolás Pose»