Imagen: Olivia Busse
Debo decir
El viento mueve las cortinas.
Una legión de mariposas negras,
copulan ciegas con la luz.
Es duro el aprendizaje de observar como la mente inventa
a su antojo y deriva.
II
Dar en el blanco no es embriagar al mundo de sí
dar en el blanco es quizá, evaporarse
ausentarse ante la insistencia del músculo que mana impasible
dar en el blanco
dejarse henchir
dejarse henchir
por el suave aliento del hogar común.
III
Quizá, el camino difícil
el más pesado de los pesos
sea simplemente esto que es,
tan solo un rasgo del gesto
cuando entregamos la flor que no arrancamos.
La novedad
Ahí donde no hay trance,
el candor y la cuerda divina del pájaro
se detienen.
La perversión crece
en un cuerpo que ya no celebra,
solo hace lobby.
Ahí donde no hay trance,
somos tristes cajeros, abrumados por la inercia,
o sensuales demonios de una revolución infecunda.
Allí donde la mirada no se transporta a las arenas de la nada
solo queda el nervio absoluto de la depredación,
ninguna luz puede surgir ante esa laberíntica arrogancia.
Allí donde estaqueamos la forma conquistada
la bandera nos amordaza
arrojándonos al vicio
nos deja de rodillas a la industria pesticida.
Con la cara de póker
aturdidos en la muda canción de la estrategia.
Solo después de la sed, el hambre, la intemperie
el hombre, sí, el hombre,
eso que evadimos anestesiados
se hace justo en su forma arcana,
abandona la competición.
Solo después de verse arrasado por la intempestiva ecuación de lo inefable
se rompe, estalla, se abre al camino
comprende que hay una tierra prístina que cultivar,
dentro de cada repliegue
detrás de cada máscara.
Adrián Quinteros (1984, Pcia de Buenos Aires). De padres y abuelos entrerrianos, todos los veranos de mi infancia los pasó en Diamante, sobre la costa del Paraná. Forma parte de una generación que nació en el advenimiento de la democracia y transitó la primer parte de su adolescencia a fines de la década del ’90. Creció en una atmósfera de gran descontento y apatía pero también bajo el influjo de la curiosidad y el entusiasmo creativo, que poco a poco fue ejerciendo en una trayectoria liminar entre el rock, la poesía, el teatro, estudios de psicología social y antropologías del cuerpo, complementadas a otras incursiones en el cine y acciones artivistas.
Actualmente sigue profundizando en este cruce de lenguajes que nacen de una relación directa entre experiencia y escritura.