Teatro: Una mirada sobre «La verdad efímera» de Santiago Gobernori, por Lara Salinas

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“¿Vos entendiste la obra?” le pregunto a mi amiga. No me mira, pero me contesta: “No sé si había que entender algo”. Esa noche le había pedido que me acompañe a Palermo a ver La verdad efímera al Teatro Defensores de Bravard, un espacio que pareciera que se subleva contra la idea mercantilista del mundo del espectáculo de ofrecer productos apacibles que convoquen al público; en cambio, tensiona y suma una experiencia distinta, disruptiva, al panorama teatral contemporáneo en medio de una cultura racional y utilitarista. En eso está su atractivo, en la búsqueda genuina de experimentar nuevos lenguajes teatrales que generan, indefectiblemente, confusión. Se trata de una puesta en escena de probablemente 17 personajes representados por solo dos actrices. Al mismo tiempo o en distintos momentos, casi todos ellos habitan la misma casa.

Dos hermanas que trabajan en un circo, dos millonarias que organizan orgías, dos actrices que ensayan una obra en la que son amantes, dos amantes que son compañeras de trabajo, dos compañeras de trabajo en tensión, dos esclavas que lo pierden todo, dos agentes de prensa obsesionadas por juntar likes, dos mujeres perdidas en una realidad alterna y un enano de circo: gracias al trabajo de dirección (Santiago Gobernori) y al desarrollo exhaustivo de su oficio, las actrices (Victoria Baldomir y Sabrina Zelaschi) les dan identidad a esos personajes, fraccionan cada una de sus historias y permiten que se contaminen mutuamente, que se toquen levemente o se mezclen entre sí.

El temple frente a la exigencia performática que mantienen durante toda la función, el amor y la confianza que hay entre ellas y hacia la puesta en escena que las reúne en esta oportunidad son hipnóticos. Sin necesidad de prácticamente nada más que sus cuerpos, lo hacen todo. La puesta en escena podría funcionar perfectamente desprovista de efectos de sonido e iluminación, vestuario, la utilería y la escenografía que se emplean salvo por pocos objetos, como el sillón que se encuentra al fondo, de espaldas al público que –en esta propuesta– es imprescindible para darle verosimilitud a uno de los personajes o de la luz roja que funciona como indicador de extrañamiento. La velocidad con la que se avanza sobre la trama no da tregua salvo cuando el escenario es invadido por la luz roja. Con ella, se indaga en la ralentización de movimientos: como si estuvieran en una realidad alterna, las actrices juegan con los ecos, las dimensiones de sus cuerpos y la fuerza de gravedad.

Debo decir que durante La verdad efímera, estuve en problemas: no tenía ni idea cómo interpretarla ni mucho menos cómo explicar qué estaba pasando; lo que hice hasta ahora no le hace juicio a lo que realmente ocurre en escena. El ritmo vertiginoso de la puesta demanda una atención constante que es difícil de sostener. Sin embargo, las dificultades que se le presentan al espectador pueden llegar a ser su atractivo secreto: la mínima distracción lo pierde, pero surte un efecto visceral desconocido que, con las horas, los días y las semanas que le siguen a la experiencia, hace que se siga pensando en lo que no se comprendió del todo. Es una de las consecuencias del enamoramiento y una de las razones por las que vale la pena ir al teatro: no para divertirse un rato ni distraerse, sino para descubrir nuevas formas de mirar y de apreciar lo que tenemos enfrente porque, como dijo mi compañera: “No sé si había que entender algo. No sé si el arte, la vida, está para eso”. Aunque lo haya dicho como una obviedad, para mí es una epifanía.

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Ficha técnico artística

La verdad efímera

Teatro Defensores de Bravard – Gurruchaga 1113 (CABA)
Sábado 21 hs.

Dramaturgia y Dirección: Santiago Gobernori

Actuación: Victoria Baldomir, Sabrina Zelaschi

Vestuario y Escenografía: Estefanía Bonessa

Diseño de luces: Ricardo Sica

Fotografía: Martín Romero

Diseño de imagen: Lucía Vanin

Asistencia de dirección: Natalí Lipski

Prensa: Cecilia Gamboa

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Lara Salinas (1989, Buenos Aires) es Profesora y Licenciada en Letras de la UBA. Estudió Producción Cultural y formó parte de diferentes proyectos artísticos como productora. Trabaja como bibliotecaria y escribe crítica de cine y teatro.

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