Teatro: El caso de la mujer que no quiso ser un jarrón

Reseña teatral

por Lara Salinas

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Salvadora Medina Onrubia vuelve a la vida. En un minucioso trabajo de recuperación documental, Andrea Ojeda, Gilda Sosa y María Victoria Felipini ofrecen a los espectadores una puesta en escena sorprendente que nos acerca a esta escritora de principios de siglo XX, prácticamente desconocida en la actualidad, a diferencia de su amiga la poetisa Alfonsina Storni: mujeres que cuestionaron enardecidamente las costumbres burguesas y conservadoras de la sociedad porteña.

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El vértigo de la existencia cotidiana

Novedades Editoriales: Sangre del día de Laura García del Castaño (Años luz editora)

por Nicolás Pose

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Laura García del Castaño viene trabajando la palabra hace tiempo como lo confirma su producción y trayectoria con libros como La vida en que sueñas (Recovecos, 2012), El animal no domesticado (Pan comido, 2014), El sueño de Sara Singer (Llanto de mudo, 2014 y reeditado por Caleta Olivia en 2017) y Los demonios del mar (Ediciones del Dock, 2015)

Su último libro, Sangre del día, publicado por Años luz –una editorial con una fuerte apuesta estética en la nueva poesía argentina y latinoamericana, así como también en la narrativa– ­, construye un “yo” poético que desde lugares domésticos y cosas mínimas, avanza hacia estados de conciencia que van surgiendo sin permiso, puede ser un pensamiento a la par de la escritura o simplemente movimientos que interrogan al yo poético, que cuestionan la posibilidad y la imposibilidad para, en muchos casos, aceptar con resignación lo que falta, lo que no se puede asir, la carencia de lo que se desea, de lo esperable, la pérdida de una respuesta o una esperanza que, a veces, se traduce en una vacío existencial o en la proximidad de la muerte.

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El petiso

Cuento

por Ignacio Bosero

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Fue un viernes por la tarde que recibí la visita de Carmelo, mi amigo; venía de un pueblo vecino y buscaba salir esa noche a un bar que, según él, reventaba de gente. Yo le dije que no era tan así y no me creyó o no quiso creerme. Tampoco quería decepcionarse. Me dijo que lo pasara a buscar por la casa de sus abuelos. De allí iríamos a tomar algo a lo de un conocido, el Bichi. El lugar quedaba a las afuera del pueblo, plena calle de tierra. Golpeamos la puerta y nos abrió un tipo petiso, que dijo ser el primo del conocido de Carmelo, el Bichi, que vendría en un rato. Como siempre, los planes de Carmelo pasaban de improvisados a sospechosos. El petiso se presentó como Noel y nos invitó a esperar adentro. Yo cargaba una botella de whisky nacional y la abrí apenas Noel nos hizo sentar en un amplio living para nada elegante, más tirando a turbio. Noel se arrimó a la mesa con un whisky mejor, importado, y tres vasos. Parecía de pronto encantado con nuestra presencia, y entonado. Mi amigo Carmelo no era una persona que fácilmente entraba en confianza con desconocidos, mucho menos con alguien que arrancó la charla alardeando sobre su experiencia de tomador de whisky. Para mi suerte al rato se ablandaron y se inclinaron por conversaciones bastante bobas sobre mujeres y política, un tópico al que casi nadie parece escapar en este maldito país. Yo observaba el entorno y el paso del tiempo en un reloj de pared enorme. Como no llegaba el primo, el petiso se iba ensanchando como el rey de la casa, hablando cada vez más al pedo.

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