Tres poemas de desamor

Poesía

por Daniel Chao

 

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Empatada llaga

Me oye hablar
tantea mis esfuerzos denodados
por captar sus distracciones
y distraídamente así
hace su parte
juega a que es suya
esta mano que juega
en mi barba.

Quisiera descifrarme pronto
y simplemente como a los nudos
en su pelo que enrolla
para hacerme a un lado
a la región de las cuestiones
ya codificadas y listo
pasar a otra cosa de una vez.

Pero se ha detenido
y quiere oír o hace que oye
va a quedarse tal vez
es evidente que no soy
un mal espécimen
para calibrar sus agujas
pero percibe al instante
que estoy echado a perder
por ejemplo cuando ensayo
una mirada a los ojos
decirle algo franco y luminoso
el encanto es papel maché
bajo la lluvia.

Sabe que son contadas mis cartas
como las sonrisas que voy a poder
devolverle de acá en más
sin un dejo acre
de soslayo;
que poco puedo durar
en pie y aun así
pareciera
convencida de que traigo
como un algo en ciernes:
llaga que luzco y empata
con la suya
o acertijo que ella no atinaba
justo antes de invadirla
el fastidio
aunque más no fuera un in paz
a su tiempo muerto
evadida de sí.

Ahí va que tira el ovillo
y recogemos estambre
a ver qué se teje de esto.
No faltan caminos ni sinuosidades
si uno ama demorarse.

 

Llovizna y es un manto

Llovizna y es un manto
que cubre y cruje los mimbres de la mañana
entre pereza y prisas
se debate el beso a dar
el que falta.

Una mañana como otras entre otras
tantas que fueron
brasa y rescoldo
tras lunas incendiadas del amarillo crema
al rojo magma y ya la pálida ceniza
posada a desmayar bajo las sábanas
del rocío.

Una imagen de la ternura aislada del tacto
pieza de museo visitada brevemente
Una imagen del deseo que apenas terminada
ya caduca y se retira para liberar el atril.

La llovizna continúa su puntillismo intermitente.
Humedad, inundación, sequía, son partes reunidas
en un mismo mosaico.
Soledad, encuentro, hastío, son colores
estampados en un gran mosaico de paraguas
que entrechocan.
Y qué parte de la trama caiga sobre quién,
ahí se juega el sentido que correrá su día.

Alguien baila chapoteando adrede
con aire de niñez pisa sólo donde hay charcos.
Alguien lo esquiva, alguien toma fotos con luz dudosa.
Alguien intenta una llamada bajo la llovizna,
contactar con alguien seco.
Oye de una voz programada que el equipo
está fuera de la zona de cobertura.

Todo sigue cubierto, más o menos, por la llovizna
que acentúa las ganas que cada fibra,
cada tallo, cada sentimiento,
las ganas que guardaban de crujir y partirse.

 

Pluvial

Ese amor negado
en los labios fruncidos
de hacer fuerza
para no dejar salir
y tragarlo antes que truene
como la tormenta que el río
se traga ahora.

Yo sé de ese amor abolido
caído a lo más negro del amor.
Puede lloverse el mundo
y emerger regurgitado
por las rejillas pluviales
no va a salir un te amo de ahí,
de unos labios
de corcho.

Yo sé de ese amor negado
buque hundido
respiración contenida
hasta lo violáceo.
Yo sé de ese amor disuelto
que aún se filtra
entre los dientes que nos aflojó
la noche.
Bueno sería respirar bajo
el agua
pero que las palabras no;
ahogarlas como ratones
de una bocanada.

 

 

Daniel Chao (1988, Buenos Aires) es estudiante de Filosofía y vive en Avellaneda (Bs.As.)
Ama las plantas, su silencio y la música. Bebe lo justo y conveniente.
La poesía es un santuario que espera seguir encontrando abierto entre tanto le busca salida a una ciudad que lo encoge y le hace mentir, mentir demasiado.

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