Metafísica del interior, sobre «Juan Florido, padre e hijo minervistas», por Isabel Lacatol

 «Juan Florido, padre e hijo minervistas», Ezequiel Martínez Estrada.

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El espacio físico es un elemento fundamental en Juan Florido, padre e hijo minervistas, da cuenta de las distintas jerarquías sociales y las relaciones de poder que operan en una comunidad. En lo que pasa adentro y fuera del palacio es posible rastrear una visión de mundo: el adentro representa lo asfixiante, mientras que el afuera remite a las amenazas y los peligros de la sociedad moderna. Martínez Estrada parece decirnos que no hay lugar seguro, según Jorge Panesi “toma el campo de lo literario como el terreno más propicio para dirimir cuestiones que no se podrían resolver ni siquiera dentro de la teoría sociológica o política”.

Retomemos la trama del cuento. Florido padre viene de España, junto con su mujer, el hijo muerto conservado en un frasco y su otro hijo llamado Juan Florido. Apenas llega es recibido por el general Mitre, quien le ofrece un puesto como minervista para la Compañía Sudamericana de Billetes de Banco. Este empleo le sirve para poder alquilar una habitación en el Palacio Bisiesto, a poco tiempo de su llegada Florido puede acceder a un lugar de cierto privilegio social, “En seguida, alquiló la habitación número ochenta y seis del Palacio Bisiesto, en el tercer cuerpo de la planta baja o platea”. El dato sobre la localización de la habitación no es menor ya que el palacio tiene la misma disposición que un teatro tradicional, “A la planta baja la denominaban los inquilinos la platea, al primer piso la tertulia al segundo la cazuela y al tercero el paraíso. El paraíso era el verdadero infierno porque era preciso subir por escaleras hasta él, bajar y subir las mujeres para lavar la ropa y cualquier diligencia, todo lo cual los ponía de mal humor, enconándolos contra los habitantes de otros pisos y entre sí.”

La familia Florido es considerada por los vecinos como aristocrática, la forma de vida que llevan genera antipatía; cuentan con una entrada doble de dinero dado que padre e hijo trabajan en el mismo lugar. A los ojos de los demás tienen costumbres lujosas: los sábados van al teatro y toman chocolate con churros. Ese día la madre hace la compra especial de pescado, aceitunas y otros alimentos. Los domingos hacen un concierto con el laúd, la herencia familiar.

Otro rasgo que les da cierta particularidad son los frecuentes dolores de cabeza del padre y del hijo, “Horas y horas permanecían así, y nadie podría decir si conservaban aún el don de la palabra.” Con el dolor de cabeza Martínez Estrada muestra las estrecheces de los espacios donde estos personajes se mueven. Por otro lado, la idea del encierro también se puede apreciar en el procedimiento, como si fuera una caja china, dentro del relato principal se introduce la historia de Dámaso Quegetta sobre la mujer que conoce en la calle, a su vez la mujer narra un episodio de su vida. Esas historias no tienen espacio para tener un desarrollo propio.

La posición de la familia Florido también se ve reflejada en la descripción de la habitación, “los otros dos cuadros que adornaban las paredes eran los del hermano torero muerto y de Krishnamurti, pues el minervista estaba muy al tanto de la literatura teosófica”, y “la biblioteca del hogar se componía de media docena de libros, entre ellos, El apoyo mutuo de Kropotkin, Fuerza y materia de Buchner y Así hablaba Zaratrusta de Nietzsche.”

El vecino que va a pedir la ropa del padre y que finalmente se queda a comer,  pone en juego las relaciones de poder, se niega a reconocer a la familia Florido como diferente.

“Qué pescado fino, agregó señalando con los ojos el plato. Debe ser corvina.

– Lenguado.

-¿No les dije? Ustedes son el Bisiesto la aristocracia. Nosotros somos en comparación unos miserables. Pescado…yo lo como una vez por año, cuando me invitan. ”

(Martínez Estrada, 1975, p.308)

“¿Me permite otra presa? Está lindo el bacalao”.

(Martínez Estrada, 1975, p.309)

“¿Siempre tiene la guitarra?”

-No es una guitarra; es un laúd- corrigió Juan Florido.

-Bueno, la guitarra esa.”

(Martínez Estrada, 1975p.308)

Weinberg afirma que en la ficción, que se da en paralelo a la producción ensayística de Martínez Estrada, se puede leer el desencanto que produce la modernidad, hay una preocupación por el tiempo y el espacio. En Juan Florido, padre e hijo minervista, encontramos descripciones de lugares laberinticos y asfixiantes, con multitudes agrupadas viviendo “en estado de guerra”, por otro lado el tiempo de enunciación es el pasado, no hay presente, “Juan Florido, el padre, moría tres días antes de cumplirse cuarenta años de su llegada al país, a los sesenta y dos de edad.”

El cuerpo en descomposición del padre expulsa a su familia, tienen que salir a dar vueltas por el palacio. Sin embargo la amenaza del encierro nunca desaparece, Juan Florido es llevado al cementerio en un coche fúnebre para niños.

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Imagen: Giorgio de Chirico.

 

Isabel Lacatol (1984, Santa Cruz) Es Profesora de Filosofía y Diplomada en Gestión Cultural. Estudia Letras en la UBA. Trabaja como docente, prensa y comunicación de eventos. Editora en Revista Le Folie.

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