El arte y el artista

El impulso creativo y el desarrollo personal , Traducción de la introducción de Ludwig Lewisohn

por María Crista Galli.

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Dijo el creador a Adán: “Te he colocado en el centro del mundo para que te sea más fácil mirar a tu alrededor y ver todo lo que hay en él. Ni mortal ni inmortal; ni de la tierra ni del cielo,  te he creado para que puedas moldearte a tí mismo, transformarte en lo que desees y superarte; podrás degenerarte en una bestia animal, o renacer con la forma de una existencia divina; los más altos espíritus son, por otro lado, desde el comienzo o al menos apenas luego, lo que son por toda la eternidad. Tú, en cambio, tienes el poder de desarrollar y crecer según tu propia voluntad; en pocas palabras: tienes dentro tuyo las semillas para brotar en cualquier forma posible de vida!”. Pico Della Mirandola 

Otto Rank fue un psicoanalista austríaco que perteneció al círculo de Viena junto con Sigmund Freud, de quien se distanció ideológicamente alrededor de 1924. Vivió en París, donde estableció una profunda relación intelectual y amistosa con la escritora Anais Nin,  con quien luego viajaría a Nueva York. Su interés por el arte y por las figuras del héroe y del genio lo llevarían a producir obras únicas que hasta hoy día mantienen su importancia y son de gran interés especialmente para el artista.

Aquí comparto una traducción propia de la introducción que hizo Ludwig Lewisohn al libro “El arte y el artista,  El impulso creativo y el desarrollo personal” (“Kunst und Künstler : Studien zur Genese und Entwicklung des Schaffensdranges” ) publicado en 1932.

 

Introducción

Los críticos y los historiadores de arte debieron haber notado cada vez más y con más preocupación, al menos en estos últimos años, el hecho de que ninguno de ellos está en contacto con su materia de estudio. Excepto en los casos en que crearon obras de arte personales e independientes, eligiendo como materia o temática la obra de arte en sí misma antes que una experiencia de vida, debieron haber sabido que sus declaraciones se podían reducir a la fórmula: A = A.  Henry James se fue al extranjero porque no se sentía feliz en su casa… Hawthorne describió su sentimiento de culpa por haber escrito demasiado en base a Nueva Inglaterra… Shakespeare y Miguel Ángel dirigieron sus sonetos a la juventud,  por sus tendencias homoeróticas…En ninguna de estas declaraciones, ni miles de otras aún más complicadas y precisas, ninguna conjunción tiene sentido. Las declaraciones se pueden siempre reducir a: A = A. Y de manera similar, todas las declaraciones de la crítica impresionista, desde el párrafo del editor de poca experiencia hasta las prácticas estilísticas de Pater, Jules Lemaître, o si uno quisiera, hasta de alguien como Henry Mencken, podrían reducirse también a la afirmación del crítico: Yo soy yo….

Desde los tiempos de Taine se ha intentado abordar este problema e introducir el elemento científico en la crítica. Sin embargo, por haberlos basado en la concepción del universo como máquina, dichos intentos ya eran fallidos de entrada. Esa misma concepción también suponía la explicación completa de cualquier fenómeno, a pesar de ya haberse demostrado que las explicaciones mecanicistas siempre dejan a Hamlet fuera de la obra; o sea, que toda explicación mecanicista  deja fuera el alma, la chispa  o la esencia de la cuestión (marca,  calidad o  carácter específico de ese fenómeno, que lo diferencia de otros). No importa si estas explicaciones científicas conllevan una “verdad” evidenciable, formulada correctamente, ya que obviamente no tienen “realidad” ni relación profunda con la experiencia cotidiana de las personas, ya sea en el acto creativo o en la apreciación como espectador. Nos han dicho demasiadas cosas interesantes pero superficiales, sin revelar jamás el secreto.

La psicología freudiana lideró la primera revolución, el primer cambio radical. Dejando de lado sus limitaciones metodológicas, no se le puede negar el reconocimiento por haber revelado la estructura de la psiquis humana, o  al menos, el carácter de las fuerzas en las que ella es el campo de batalla,  y principalmente, la identidad de estas fuerzas en la mitología, en el ritual, en la religión sobre todo y en todas las cualidades que diferencian al ser  humano de otros primates y que  forman  la base de la cultura de la sociedad.  La mayor limitación de la psicología freudiana fue el no haber podido ni querido llegar a una conclusión sobre sí misma.  Se podría decir que se “vendió”  a la doctrina mecanicista del siglo XIX, al igual que su propio fundador (ver “El futuro de una ilusión); su psicología también proponía una cadena causal inquebrantable, en la que todos los eslabones son del mismo tipo. Llevaba esa pasión típica del siglo XIX que reducía todos los fenómenos  a un denominador común. Dado que,  por consentimiento general, durante la era “científica” al ser humano se lo consideraba solamente un animal, se podía deducir fácilmente  que el arte era solo una forma de sublimación del deseo sexual reprimido. Así, las enseñanzas freudianas puras asumieron de a poco un carácter rígido,  sin  ningún desarrollo adecuado que continuase una trayectoria de tan brillante comienzo. El complejo de Edipo siempre era el caballito de batalla. Poco importaba si una persona era artista,  guerrera, neurótica o vagabunda, siempre se la sentenciaba con el complejo de Edipo. Sin embargo, como tan bien señaló  el Doctor Rank, si todas las personas sufren este complejo,  por ser éste y sus dificultades universales, el artista es  alguien que, según su propia naturaleza, reacciona de una manera especial contra ello y contra cualquier otra experiencia humana, y por ende, estas supuestas explicaciones dejan el misterio del genio exactamente donde estaba al comienzo. Ni Freud ni los seguidores de su escuela lograron trascender ciertas limitaciones del siglo en que nacieron y  no fue otro que el brillante Dr. Rank con sus memorables  logros que lo hizo.

A través de una larga obra, que culminó recientemente con  “Wahrheit und  Wirklichkeit”  y especialmente con “Psychologie und Seelenglaube, pudo gradual y exitosamente ayudar a que la interpretación psicológica de los fenómenos culturales del siglo XIX diera el gran salto al siglo XX. Así como  la física moderna en su análisis del átomo encontró un nuevo elemento dinámico en un mundo que ya no era visto como una máquina, el Dr. Rank también rechazó la causalidad en su sentido más rígido y determinista y encontró un elemento dinámico en la psiquis humana, que ayudó a colocar de nuevo la psicología de la voluntad en su lugar adecuado. El Dr. Rank utilizó esta revolucionaria conclusión, resultado de un cuarto de siglo de prácticas psicoanalíticas, en la interpretación de un amplio material antropológico, histórico, religioso y artístico. Se colocó en el centro desde el cual todos los fenómenos se esclarecen. Intuitivamente logró entender las realidades de los procesos humanos, desde el corazón de la cuestión. Es cierto que poco de lo que él dice es “demostrable” o está “comprobado”, sus argumentos no poseen estructura silogística, pero cualquiera que haya estado en contacto con la creación artística se maravillará al leer sus conclusiones sobre el carácter de esa experiencia, especialmente en los capítulos primeros y últimos de esta obra.  El carácter de libertad creativa y autorreferencial del arte, su tendencia a separarse de lo biológico, su impulso autoexplicativo e inmortalizador, su necesidad por la cultura colectiva de su época, que a su vez la resiste también, el conflicto del artista dentro de la dualidad creación-experiencia, su necesidad de Musa y compañerismo y la dificultad para combinar ambos, su resistencia al propio arte, su deseo de fama y su temor a la despersonalización a través del mito, todas estas revelaciones y explicaciones que da el Dr. Rank no fueron más que vanguardistas. Deberían abrir un nuevo camino en el estudio del alma del artista, ya que llevan, claramente,  esa marca de todas las verdades de primer orden, que una vez entendidas, no se puede imaginar el panorama de la mente sin ellas.

¿Cómo ha llegado el Dr. Rank  solo y de manera única (al menos en el mundo angloparlante) a estas conclusiones sobre el mundo del artista, su proceso creativo y su alma? El Dr. Rank veía  este proceso como una fase dentro de la actividad creativa en la cual el ser humano, o sea siendo humano, ha levantado toda una civilización,  con lo cual, específicamente, Rank logró interpretar el desarrollo o transformación de criatura en creador a través de los tiempos, y sobre todo, el proceso por el cual el arte se convierte, de a poco, en algo distinto de la religión,  que  incluso termina ocupando su lugar. Se podría decir que Rank ofrece la primera explicación adecuada a esta cuestión sobre el arte y el artista, tan característica de estos tiempos. Justifica la función representativa y profética del artista,  sienta sus bases y nos libera (o así espero) a los angloparlantes de la estúpida y viciosa  manía de ubicar al arte un poco más abajo que el coqueteo y un poco más arriba que el deporte, entre todas los distintas opciones de entretenimiento. El Dr. Rank deja bien en claro que el lector de cabeza hueca, aquel que se engancha  en conversaciones típicas de una novela de Edgar Wallace,  funciona de manera básica para la religión y el mito, para toda la psicología humana, para todos los procesos de la civilización.
En el curso natural y necesario de su tratado, además, el Dr. Rank resuelve un número de cuestiones que han sido siempre una dificultad para el estudiante a la hora de relacionar la vida con el arte.  Por ejemplo, destruye el cliché del arte como producto de un instinto sexual y acentúa las correctas interrelaciones inseparables entre ambos impulsos. De esta manera, para poner un ejemplo de otro tipo, resuelve el viejo acertijo de la “imitación” en el arte, porque comprueba que  la actividad creativa artística es siempre libre e intencionalmente trascendental, y la “imitación” es solo un talante o método cultural. Me gustaría, por último, incitar al lector a poner su atención en el extraordinario método de razonamiento histórico y psicológico con el cual,  lo que los Románticos llamaron “aceptación del universo” y los sabios de todas las épocas “sumisión a la voluntad de Dios”, el Dr. Rank reinterpreta como “afirmación volitiva de lo obligatorio”, lo que nos demuestra que el conocimiento más avanzado termina siempre confirmando la más antigua sabiduría humana.
Este libro no necesita mis elogios para los psicólogos. La reputación del Dr. Rank es suficiente. Escribo solo como alguien que, por sobre todas las cosas, ha trabajado por años en la práctica de la crítica, alguien que ha visto todos los métodos fallar y todas las técnicas establecidas hablar de más.  Como tal, quiero ayudar a que este libro llegue a las manos de todos los amantes de la literatura, de todos los críticos, comentadores y estudiantes. Fue escrito para llevar a cabo una nueva revolución, una nueva oportunidad para repensar e intuir con más profundidad y de forma fructífera,  tratar al arte como una porción orgánica del proceso y actividad con los cuales el ser humano se hace humano.

Ludwig Lewisohn

 

Traducción

María Crista Galli (1985, Buenos Aires) no se define experta en ningún área específica salvo la inquietud. Todo se mueve menos el cambio es el lema taoísta que mejor define su forma de aprendizaje y de vida. Su pasión se extiende desde la traducción, que estudió formalmente, hacia distintas áreas artísticas y culturales, como la danza, la poesía y las artes plásticas. Actualmente cursa estudios de floricultura en la Universidad de Buenos Aires.  Su objetivo es lograr un ensamble de todas las áreas que la apasionan, principalmente de la escritura y la botánica.

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